AQUÍ TENÉIS UN EXTRACTO DE LO QUE SOBRE EL PAISAJE HAY EN LA GUÍA DE LA RUTA DE UNAMUNO:
EDUCACIÓN Y PAISAJE
El interés del arte por el paisaje es un hecho importantísimo en la cultura europea. Como géneropictórico, probablemente surge en el XVI a partir de los tapices flamencos, aunque contaba conlos precedentes de las miniaturas medievales y de los mapas topográficos. A principios del XVII, la pinturade paisajes era ya un género autónomo, y la temática paisajística tal vez pasa de la pintura a la literatura. No obstante, el caso de España es diferente, porque en la pintura del XVII predominan el retrato y las escenas históricas. A partir del Romanticismo, el paisaje adquirirá una gran importancia en la pintura, tendencia a la que España no será ajena. En el siglo XIX, el paisaje se diferencia, se individualiza, y se convierte en un factor de la identidad nacional en la cultura europea. El siglo XX supone la confirmación del paisaje no sólo como un elemento del patrimonio cultural, sino también, y tras el surgimiento de la ecología como un valor, como una parte del patrimonio natural. Los últimos decenios del siglo vieron como el concepto de patrimonio natural suponía la superación de las fronteras nacionales.
Desde los años 70 existen textos jurídicos en el ámbito internacional que se refieren a la protección y gestión del patrimonio natural y cultural, y en los últimos años del siglo se da un paso cualitativamente importante: el 20 de octubre de 2000, los Estados miembros del Consejo de Europa firman en Florencia la Convención Europea de Paisaje. En el Preámbulo del texto firmado se expresan, entre otras, dos ideas que nos parecen reveladoras:
– La consideración de que el paisaje “coopera en la elaboración de las culturas locales y que representa un componente fundamental del patrimonio cultural y natural de Europa, contribuyendo al más completo desarrollo de los seres humanos y a la consolidación de la identidad europea”.
– El reconocimiento de que “el paisaje es en todas partes un elemento importante de la calidad de vida de las poblaciones, tanto en los medios urbanos como en los rurales, en los territorios degradados como en los de gran calidad, en los espacios singulares como en los cotidianos”.
En el texto de la Convención se establece además una serie de medidas que deben adoptar los países firmantes. Estas medidas se refieren, entre otras cuestiones, a aquellas acciones destinadas a la sensibilización de la sociedad civil y a las que tienen una finalidad educativa, entre las que cabría destacar la siguiente:
“Cada parte se compromete a promover (...) las enseñanzas escolares y universitarias abordando, en las disciplinas interesadas, los valores inherentes al paisaje, y las cuestiones relativas a su protección, gestión y ordenación”.
El estudio del paisaje se reconoce, pues, como una necesidad. Y los cambios en las concepciones educativas, que han posibilitado diseños metodológicos en los que participan diversas áreas, y han propiciado una enseñanza sensible al entorno escolar próximo en el que la experiencia directa posibilita la construcción de conocimientos, favorecen el estudio del paisaje. Y no sólo su estudio, sino su consideración como un auténtico “eje transversal” que abarca muchas disciplinas y que está íntimamente ligado a los valores sociales.
EL PAISAJE, UNA CONSTRUCCIÓN CULTURAL
Frecuentemente, y en los más variados contextos, las expresiones: “naturaleza”, “diversidad biológica”, “medio natural”, “territorio”, “medioambiente”, “patrimonio natural y cultural” y “paisaje” se utilizan más o menos como sinónimos para designar un conjunto complejo de realidades que no siempre son claramente delimitables. Con una finalidad didáctica, y conscientes de las dificultades que implica, trataremos de establecer algunos rasgos que nos permitan delimitar lo que entenderemos por paisaje en esta Guía. Por otra parte, esta delimitación es necesaria si queremos comprender lo que propone esta obra y cuál es su sentido.
Concebimos el paisaje como una construcción cultural de nuestra percepción de la realidad natural. El paisaje evoluciona, es dinámico, porque:
– cambia físicamente por la acción humana,
– su construcción como elemento simbólico y referencial tiene historia.
El paisaje es siempre vivido, experimentado. Y se construye a través de los vínculos afectivos que el hombre establece con el espacio que le rodea. El espacio se convierte en paisaje cuando pasa a ser un estado del espíritu, o, más apropiadamente, cuando se da una proyección afectiva y psíquica del hombre sobre la realidad natural que le es próxima. El hombre proyecta sobre esa realidad sus valores y sus afectos, interpreta esa realidad en función de ellos, y lo hace de manera simbólica. La simbolización parece ser el lenguaje del paisaje, y tal vez por eso es tan querido por el arte. Desde esta perspectiva, construimos el paisaje no como algo ajeno o externo a nosotros, sino, y al mismo tiempo, como una parte de nosotros mismos. La realidad del paisaje construido o sentido parece inseparable de la realidad de quien lo construye o lo siente. Sobre la realidad natural que lo rodea, el hombre proyecta sus sentimientos, y con ellos sus valores. Al proyectar sus valores en ese entorno natural, el hombre configura el paisaje como un elemento de su identidad, como algo que tiene sentido para él.
ELEMENTOS DEL PAISAJE
También con una finalidad didáctica, parece oportuno señalar algunos de los elementos constitutivos del paisaje. Esta aproximación, necesariamente limitada, facilitará el trabajo con los textos literarios que veremos más adelante, y probablemente también facilitará su recepción.
Nuestra percepción el paisaje parte de la realidad física, que es su referente inmediato. Los elementos de paisaje de origen natural son: la vegetación y la fauna; la orografía y los accidentes naturales (por ejemplo: barranco, montaña, costa-mar), los factores climatológicos (por ejemplo: calor, sol, climatología, luz), los fenómenos naturales (por ejemplo: volcán, caldera). El paisaje tiene también elementos físicos de origen humano, que son consecuencia de todas las transformaciones que la actividad del hombre origina en el medio natural: los cultivos y las vías de comunicación, por ejemplo.
El paisaje está configurado además por elementos que no pertenecen a la realidad física y que tienen un origen humano: los elementos simbólicos que conforman el paisaje. Estos elementos de carácter simbólico son los sentimientos y valores con los que percibimos la realidad natural.
El sentimiento y la experiencia del paisaje son hechos individuales que cuando son compartidos con los demás pueden dar lugar a la aparición del paisaje mítico. El paisaje mítico resulta de los sentimientos y valores que asignamos a la realidad natural que nos rodea. En este sentido, las manifestaciones artísticas (pintura, literatura, cine) y culturales (tal vez la televisión en nuestros días) contribuyen poderosamente a configurar el paisaje. La idea de Canarias como paraíso natural configura un paisaje mítico cuyos orígenes hay que buscarlos en la tradición clásica, y cuyo primer referente en la literatura canaria es el tópico de la Selva de Doramas de Bartolomé Cairasco de Figueroa En contraposición a la visión anterior, la imagen de lo insular como limitación, soledad y aislamiento pudiera constituir también otro paisaje mítico de las Islas. En la obra de Tomás Morales encontramos la configuración del mar como un paisaje mítico: el mundo de los marineros y las embarcaciones y la lucha contra el mar, el sentimiento ante su misterio y su ensueño, la presencia del océano y su leyenda.
Hemos partido de la visita realizada por Unamuno a Gran Canaria para reflexionar sobre el paisaje, su carácter simbólico y su valor no como parte de la naturaleza, sino como una realidad culturalmente creada en la que participan nuestros sentimientos y valores.
viernes, 4 de febrero de 2011
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